A lo largo del tiempo el capital cultural ha sido y es una de los mayores mecanismos de reproducción social y, por lo tanto, de desigualdad social. Pierre Bordieu lo definía como un instrumento de poder al nivel del individuo bajo la forma de un conjunto de cualificaciones intelectuales producidas por el medio familiar y el sistema escolar. En consecuencia, aquellas familias con un capital cultural alto lo transmitían a sus hijos y estos lo asimilaban en cada generación. Como es normal, estas diferencias pueden verse a menudo en la esfera de los sistemas escolares donde los hijos de familias con un capital cultural alto tienen mayores posibilidades de éxito en el sistema educativo que aquellos provenientes de familias con capital cultural bajo. 

Con el tiempo estas limitaciones y desigualdades han tratado de disminuirse con la aportaciones de capital cultural que la escuela puede dar a todo individuo. La educación se ha convertido en un gran pilar para la reducción de las desigualdades. Sin embargo, hemos llegado a la era digital y, como no podía ser de otra manera, esta se ha colado en la educación de los individuos y hoy día se está convirtiendo en condición necesaria. Y es aquí donde el problema del capital cultural vuelve a poner sobre la mesa nuevas limitaciones.

En la sociedad del conocimiento y de la información de hoy el poder usar las tecnologías de la información y la comunicación da lugar a nuevas estructuras sociales. Y no solo el poder sino el saber usarlas se consolida como nuevo capital cultural de las familias. 

¿Qué quiero decir con esto?

Hoy estamos discutiendo en esta página la necesidad del uso de las TIC en la educación. Pero no podemos pasar por alto que esto se convertirá en una nueva señal de las desigualdades sociales. Aquellas familias que tengan un capital cultural compuesto por el conocimiento en el uso de las nuevas tecnologías tendrán el poder de transmitírselo a sus hijos. Sin embargo, aquellos individuos procedentes de familias sin esta capital cultural se encuentran con un desafío enorme a superar, para superar con ello la reproducción social de las estructuras de poder, entendiendo como poder un conocimiento dado o transmitido.

Es por ello que el nuevo desafío de las instituciones educativas es la socialización en las TIC. Y en la articulación de las actividades a realizar con los alumnos nunca se puede pasar por alto estas diferencias de capital cultural. El rol del profesor pasa por ser conocedor de esta situación y llevar este capital a sus alumnos

 

 

 

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